jueves, 17 de julio de 2008

Sacramento Esquivo

Casi doce meses despues sentía esa espada de Damocles que es el matrimonio blandiéndose sobre mi cabeza de manera amezante, acechando mis convicciones y también la falta de ellas respecto a ese sacramento.Llevaba casi un año de relación con N, ¡un año!, me repetía al doceavo mes cuando recibí su saludo por sms en mi celular aquella mañana, en la que perturbadoramente me hacia recordar nuestro aniversario, tiempo kilométrico para mi handicap mas bien reducido a distancias de corto aliento y alta velocidad, tiempo en los que todo había ido bien, al menos es lo que mi mente podía percibir de ese resultado espacio- tiempo, al punto que una vez mas había recreado una película en la cual trataba de imaginar como seria despertar con esa mujer todos los días, en los hijos que podríamos tener uniendo nuestros cromosomas, en las peleas inevitables que libraríamos, en las restricciones a mi libertad, sin poder dejar de ensayar también un corolario funesto para ese antiguo rito con una frase : todo tiene su final nada dura para siempre.

El hecho es que la palabra matrimonio la había mencionado ella primero al cuarto o quinto mes de estar juntos, casi como quien no quiere la cosa, medio en broma y con cierta picardía, lo cual le daba una connotación lúdica al asunto, de manera que llegado el momento ya se me hacia familiar escucharla hablar del tema y hasta quizás normal, era parte de la estrategia- la de ella por supuesto- sea conciente o no, por otro lado su comportamiento solía ser impecable, siempre que la llamaba por teléfono me contestaba prestamente y era sumamente amorosa en sus expresiones de afecto, casi siempre la encontraba en su casa y no salía mas que no fuera conmigo o sus dos o tres amigas de siempre, y me confirmaba de este modo que no era de aquellas que les gusta la noche.

Mas de una vez también, en aquellos momentos en que mi mente quedaba libre a su albedrío -por ejemplo en el baño- me ponía a reflexionar la situación y a sopesar sus consecuencias, quizás por lo inadecuado del reducto, asociaba inconscientemente las necesidades básicas del cuerpo con las de la unión conyugal, sin poder evitar una leve sensación de malestar en aquello, algo me olía mal.

Para empezar, y para darle los beneficios de la duda, ella cumplía cabalmente con las condiciones que la naturaleza exige, era una mujer de proporciones generosas, un ser humano saludable, y estaba correctamente equipada para las funciones inherentes a su condición procreadora, ducha en las artes amatorias, pero sin ser escandalosa, conocedora sin duda de lo fatal que puede resultar para un hombre este tipo de expresiones libertinas.

Por otro lado debo reconocer que era particularmente atractiva, no era de una belleza helénica, pero tenia una armonía facial bien definida, sobretodo cuando de por medio estaba una copa de vino o un vaso de cerveza, así, vista desde un ángulo correcto y una distancia prudente podía resultar realmente de una belleza sin par, y si a esto le agregamos ese aire inocente y mirada de no romper un plato, el resultado contradictorio podia ser irresistible para mi.

Volviendo a su aspecto fisico, su tez ligeramente broncínea la excluía de ese segmento racial descendiente de los anglosajones que el vulgo ha dado por llamar “carne blanca”, potaje muy cotizado para ciertos segmentos socioeconómicos, pero que para mi me daba lo mismo, por el contrario, en ese entonces estaba en mi etapa oscura, prefiriendo sin duda las carnes prietas y los cabellos rizados, ella no era ni lo uno ni lo otro, un termino medio, un color canela que se adaptaba a cualquier latitud y grupo social, en definitiva me gustaba su color, aun cuando sus partes nobles habían sido cuidadosamente protegidas del astro rey por el uso obligado del bikini, marcando asi una ligera diferencia de matiz en su cuerpo desnudo, sin que esto le produzca al paisaje general un contraste muy marcado, o un elemento disonante, mas bien le daba el encanto de lo vedado y poco explorado.

Sin embargo embarcarme en aquel contrato marital representaría para mi un giro definitivo en el trayecto casi lineal y apacible de mi vida de soltero, por ello, como solía hacer habitualmente con la damisela de turno, comencé desde un principio a hurgar en cada detalle de su vida preterita y tambien la reciente, y proyectarla así imaginariamente hacia el futuro, lo cual solía producirme un placer único ya que era como armar un rompecabezas con pequeños trozos de las señales que emite un hominido del sexo femenino, con resultados siempre sorprendentes, nadie sabe lo insondable y complejo que puede albergarse en esa pequeña humanidad. Menuda tarea la que me esperaba.

Aquella disección no resultaría tarea fácil después de todo, ya en el pasado había cometido errores que me llevaron a ser descubierto en mis artimañas. Por eso sin que ella lo note fui rodeándola de preguntas muy bien calculadas respecto a sus quehaceres y hábitos, buscando alguna fisura en su personalidad, ya que una conversación puede ser fuente inagotable de información, una vida entera no se puede explorar de un solo vistazo o en una sola velada, estamos hablando de veinticuatro años de existencia con sus días y sus noches, así que fueron necesarias varias sesiones para ir construyendo un mapa de aquella bella criatura.

Las conversaciones en el lecho después de nuestra primera unión física propiamente dicha, me dieron otras luces sobre mi objeto de estudio, así sin mas llegamos a ese punto que era inevitable dejar de tocar, teniendo el cuidado de no ofenderla con la pregunta y como quien pide la hora le lance la interrogación:
-¿Con cuantos?
Después de un breve silencio que interprete como un rápido recuento de su trayectoria por la autopista de la vida, se volvió hacia mi y pegando su afilada nariz a mi rostro, con la voz de quien ha sido invadida en su intimidad se acerco aun mas y en tono de suplica me dijo:
-¿Por qué me preguntas esas cosas, que curioso eres eh?

Así que arremetí con la clásica replica, previniéndola que no me iba molestar en lo absoluto su respuesta, así sea reducida a la mitad o al tercio por un factor de natural pudor que toda mujer debe guardar para si, quise decirle además que era simplemente una curiosidad técnica, de estadística aplicada a la psicología, un asunto antropológico que viene desde que el hombre era Neatherntal, quise hablarle de Freud y los celos retrospectivos que debía yo enfrentar, quise explicarle lo que eran mis demonios internos, de la mosca en la oreja, y de la enorme distancia que puede recorrer la luz en el espacio vacio durante un año, pero quizás nada de eso lo iba a entender, así que simplemente le dije:

-Ya pues, dime un numero.

Después de una sesuda reflexión, sin duda calculada, llevandose el dedo indice a los labios y mirando al cielo raso, procedió a responderme con un susurro, quizás temerosa de mi reacción.

-Con dos- finalmente respondio.

A lo cual no pude contener una risa de franca incredulidad, reprochándome de inmediato lo poco elegante de mi actitud: nunca se debe reír de una confesión femenina.

-Ya pues, no te burles de mi, que malo eres- me respondió apartándose de mi.
Premunido ya de una cifra procedí en los días siguientes a darle una forma a aquellos individuos que habían transitado por la topografia de mi amada, ora para saber de sus preferencias y comportamientos con los seres de mi mismo genero, ora para conocer las razones de sus rompimientos, y tambien por el simple afan de horadar en su historial, aquella vida era un lienzo a medio pintar.Fue entonces que me hablo de su primer amor.